Sobre la muestra
“Aquí los sueños y recuerdos son una sola cosa. Aquí soñar es recordar”.
-Jaime Pinos, Valparaíso, julio del 2013
Es esta una posibilidad que da cabida a otra manera de entender nuestras memorias. De entendernos como seres afectados por la historia, por los sueños que la componen y que nos constituyen desde las infancias que ven mundos distintos a través del juego, pero que no necesariamente se desapega del miedo que la misma historia deja a su paso.
¿Qué es la guerra a través de la mirada de lxs niñxs? ¿Qué es la muerte contada en historias cortas? ¿Qué es la pérdida de la inocencia en la mirada del otrx? ¿Cuál es el sentido de felicidad en el juego que vuelve frágil al cuerpo? ¿Qué es un fantasma en las memorias de la historia?
Diarios de twintza se piensa desde el juego y sus nociones de poder. A través de sonidos que nos recuerdan a las radios, televisores y programas anticuados que solían pasar durante las madrugadas poco antes de ir a dormir. A través de metáforas se muestra un mundo que parece moverse lentamente para crear un simulacro de realidad, que se estira y se revuelve entre texturas granuladas cuya correspondencia es igual a las viejas cintas de video. De alguna manera aquello nos recuerda al juego, a través de su entorno, en vivenciar la presencia y la ausencia de los cuerpos, lo próximo y lo lejano.
Por un lado, el juego es señalado como un hito fundamental en la definición de las identificaciones; por otro, aparece como un lugar de ensayo, de experimentación y de comunicación en el que es posible abstraerse de las reglas de la vida corriente e incluso desafiarlas. El yo se hace tangible más allá de sí mismo, se aventura a inventarse diferente, escondido o disfrazado: debajo de la mesa, o detrás de una máscara. A través del juego lx niñx aprende a preservar su ser, su yo, a pesar del espacio.
Se crea un universo paralelo que permite todo tipo de licencias en el sueño-memoria, pero en el que las estructuras sociales siguen siendo el marco de referencia, ya que el juego no es un brote o una actividad instintiva descontextualizada: el juego se define por contraste con lo que no es juego, de modo que necesita siempre de un modelo de realidad que simular y con el que dialogar (Garvey, 1985: 15).
En este punto la identidad se forja a través de la experiencia y la memoria, en un lugar que cada unx ocupa en el mundo, sin discurrir al margen del lugar que unx habita, porque ese lugar sobreviene articulado por las presencias y se construye desde un significante que es simbólico pero efectivamente real. En la casa , en la calle, en el aula, cada niño, cada niñx y cada niña definen un lugar, no diferente del cuerpo, sino resonante con él.
A través de dos historias que construyen un relato sobre la infancia desde la disidencia, el juego es fundamental para dar cabida a lxs amigos imaginarios, seres fantásticos que intentan aclarar preguntas sobre la identidad, el territorio y los afectos bajo un contexto histórico y diluido de guerra.
Hay que pensar al juego compuesto por diferentes aristas, ya sean colaborativas o también aquellas que se establecen desde el poder y formas de control (Nación de Paz: 2019). El juego en relación con las experiencias a identidades disidentes son juegos que se establecen desde el poder en los que la violencia, el miedo, y la manipulación son sus principales reglas que establecen sobre el cuerpo y los espacios dinámicos que nos relegan a ser toda una generación de sujetos dominados. Es desde aquí donde las experiencias del juego de las identidades disidentes son permeadas por la violencia, desde aquí el juego es una experiencia dura, pero no imposible de resolver desde la imaginación, desde aquí la historia es tan diluida y se delimita como un sueño-memoria.
Y una vez más nos preguntamos:
“¿Qué es la guerra a través de la mirada de les niñxs?
¿Qué es la muerte contada en historias cortas?
¿Qué es la pérdida de la inocencia en la mirada del otrx?
¿Cuál es el sentido de felicidad en el juego que vuelve frágil al cuerpo?
¿Qué es un fantasma en las memorias de la historia?”
Aquí se habla del soñar el recuerdo, y del recordar el sueño ligado a la historia específicamente a la guerra de Tiwintza 95’. Un imaginario sobre la guerra que ha tocado todo a su paso, en dos historias se entrelazan ahí problematizando aquello que nos afectó.
Sobre lxs artistas
Mayro Romero (1995)
Cineasta – Artista Visual trans no binarix, su trabajo se centra en la nueva utilización del archivo como escritura autoetnográfica. Licenciadx en CINE en la Universidad de las Artes (ECU), actualmente cursa la Maestría de investigación en Comunicación, mención VISUALIDAD y DIVERSIDADES en la Universidad Andina Simón Bolívar (ECU). En 2022, participo en Talents Buenos Aires (ARG) y en el seminario sobre Tecnologías de la Memoria en MUAC–UNAM (MEX). En la actualidad, forma parte del programa internacional de formación DIP (Documental, Intimidad y Puesta en Escena) como artista becadx y se desenvuelve como docente no formal en galerías de arte contemporáneo.
Patricia Rodríguez (1993)
Destacada artista ecuatoriana que explora diversas disciplinas artísticas como la fotografía experimental, el videoarte, la instalación y el performance. Su obra, marcada por una profunda introspección, busca conectar con el espectador a través de sensaciones y experiencias únicas.
A lo largo de su carrera, Patricia ha participado en numerosas exposiciones a nivel nacional e internacional, presentando sus trabajos en prestigiosos eventos como el Miami New Media Festival y la Bienal de Cuenca. Además, ha sido seleccionada para residencias artísticas en Cuenca e Ibarra, lo que le ha permitido profundizar en su práctica creativa.
La artista ecuatoriana destaca por su versatilidad y su capacidad para fusionar diferentes lenguajes artísticos, creando obras que invitan a la reflexión y a la emoción. Su trabajo ha sido reconocido tanto por el público como por la crítica especializada, consolidándola como una figura relevante en el panorama artístico contemporáneo del Ecuador.












